Ella es una de las 28 mujeres choferes del "Transporte Bicentenario", que funciona exclusivamente en Vicente López desde hace tres meses y que ya llevó a más de 150.000 vecinos. Se trata de la única línea de transporte público comunal gratuita en todo el país.
El coordinador de esta propuesta, Albino Hertz, espera a lanacion.com en la terminal de esta línea que une el oeste más remoto del Municipio, en el límite con los partidos de San Isidro y San Martín, con el bajo, a metros de General Paz y el Río de la Plata. Es una modesta casilla de madera montada a pasos de la estación de tren. "El bicentenario tiene alma de mujer", dice el cartel de entrada al lugar impreso en cartulina.
"¿Cómo vas a meter mujeres?, me decían; me atacaron de entrada, tuve muchas críticas", recuerda Hertz, el autor del proyecto que puso a las mujeres a conducir los micros y, a los varones, a limpiarlos. "Pero ahora me dan la razón", dice orgulloso el "padre" de estas chicas. "No tuvimos ningún problema con ellas, ningún choque, aprendieron a manejar muy rápido y además son más dispuestas para el trabajo y más amables en el trato con la gente", enumera sus virtudes este hombre a quien nadie daría 73 años.
El conversa y varias de ellas pasan por esta casilla a asentar sus viajes, lo saludan, bromean con alguna cosa y siguen. Hay un clima familiar, afectivo. "Son todas mujeres de entre 35 y 50 años coordinadas en turnos para manejar los 12 colectivos que el municipio recibió como donación y puso a circular entre las 5 y las 23 de lunes a viernes y los fines de semana y feriados, de 8 a 20.
Se nota que entre ellas hay confianza, la camaradería del compartir, pero las cámaras las intimidan. Laura, la primera en arrancar su turno de las 5, ya hizo varios viajes y se sienta a descansar un rato. Dice que es una de las "valientes" y se anima a contar lo suyo. ¿Qué por qué empezó con esto? Algo en su sangre la llamaba. Y cuenta una infidencia: "Mi papá era colectivero y de chica le sacaba el colectivo y manejaba". La historia parece que se repite porque ella trae a su hijo Alex a verla manejar: "A él le gusta mucho, pide venir y lo traigo".
Laura disfruta de lo que hace, pese a que hay días que tiene que aguantar malas caras o insultos. "Sobre todo los colectiveros y los conductores hombres, en general, nos decían cosas, malas palabras. Más que nada al principio", reconoce. "Típico que te manden a lavar los platos".
Ella no se hace cargo porque se considera buena al volante. Experiencia no le falta: maneja desde los 12 años. Con la seguridad que la caracteriza, mira al frente y no les responde nada. "Yo sigo mi camino, decirles algo es ponerme a la altura de ellos", dice. Luego, mira el reloj e invita a su hijo al último recorrido del día: él sonríe porque le encanta ese lugar privilegiado de dos horas de paseo por Vicente López.
Ya en su asiento, Marta espera partir hacia el centro recreativo al que va cada semana. Cuenta que es la única forma de llegar hasta allá en transporte público. Habla maravillas de las conductoras: dice del buen trato, de la simpatía, de lo bien que manejan. Cuando arranca el colectivo y ella sigue su relato en movimiento. "Yo desde acá arriba veo que muchos colectiveros las encierran, les complican el paso como para probarlas a ver qué hacen. Se manejar y me doy cuenta", relata. Considera que las choferes "se desenvuelven bien" y, de esta forma, le ganan la pulseada al "machismo de la calle".
Algunas maniobras complicadas, un finito a un camión, por ejemplo, desatan aplausos. Itatí, al frente del volante, recibe el alborotado elogio de sus pasajeros y cuenta que se siente cada vez más segura al volante. Esto la ayuda todos los días. "Al principio tenía miedo de un bicho tan grande", reconoce, y enseguida lo compara con el micro escolar que manejó durante años.
"Pero soy una mujer muy tranquila, esa es mi virtud", dice. Lo mira a su hijo como para reconfirmar. "Siempre hay alguno que te toca un bocinazo porque no quiere esperar, pero pasan más cosas buenas que malas y, de a poco, la tirantez se va aflojando", cuenta. "Ahora, algunos hasta nos tiran besos, nos dan el pase, nos hacen guiños con luces", admite y se sonríe. También a ella, como a Laura, hoy la acompaña su hijo, que en la última mañana libre de sus vacaciones de invierno madrugó para pasear con su mamá. "Más que charlar, durmió. Pero es lindo que venga", dice y bajan juntos.