En cuestión de semanas llega el cambio de estación, y con él aparece la oportunidad de renovar la energía. Un buen sitio para empezar es el guardarropa. Pero ojo: renovar no significa deshacerse de todo y después endeudarse por haber adquirido trapos nuevos. La renovación energética implica hacer que los objetos (en este caso, la ropa y los accesorios) vuelvan a ser útiles en las manos de las personas correctas. Aquí hay cuatro formas para lograrlo:
1. Separa tu ropa por estación: frío, calor, entretiempo y atemporal (es decir, esa ropa que podemos usar todo el año, como jeans, camisetas, bolsos y accesorios). Sácalos de donde están, limpia a fondo los cajones y los recovecos del clóset, aspira lo que guarde polvo, ventila lo que no ha visto la luz del sol en varios meses, etcétera. Después, clasifica la ropa en tres: lo que todavía se puede usar, lo que está en buenas condiciones pero necesita reparación, tintorería o algún retoque, y lo que sabes que ya no vas a ponerte pero que puede encontrar un segundo aire en manos de alguna amiga, en una casa de beneficencia o en una tienda de ropa de segunda mano.
2. Mete en tu clóset solamente lo que vas a usar, pero separa la ropa por estación. Usa cajas de plástico o bolsas portatrajes para proteger la ropa que no usarás en los próximos meses. Pon una bolsa de tela con bolitas aromatizantes, talco o sílica para evitar que la humedad o los malos olores penetren en los tejidos mientras la ropa permanece guardada varios meses.
3. Cuando tengas en tus manos la ropa que necesita reparación o tintorería, ten en mente el siguiente principio: lo que no has usado en dos o tres años, es susceptible de irse con la ropa para reciclar o donar. Es mejor tener un guardarropa reducido, pero de muy buena calidad y en uso constante, a tener muchas piezas de ropa que no te hace realmente feliz.
4. Recurrir a la cultura de la reparación en la era de lo desechable es casi un acto heroico, un gesto pequeño pero muy significativo. Haz que el zapatero cambie las suelas de tus tacones favoritos y que refuerce los herrajes de las bolsas; si tu cuerpo cambió, que el sastre o la costurera ajusten tu ropa para que te quede a la medida. No te deshagas de los suéteres o los sacos de la temporada anterior, quizás los puedes poner al día con solo cambiar los botones, añadir una flor de tela o un prendedor. Lo mismo ocurre con las joyas y los relojes, que se mantengan limpios y en funcionamiento.
En cuestión de estilo, recuerda que son los detalles los que hacen la diferencia. Antes que el cambio de estación te sorprenda, dedícale un poco de tiempo a tu guardarropa y no sólo te ahorrarás dinero, también algunos dolores de cabeza cada mañana cuando te estés preparando para salir.
1. Separa tu ropa por estación: frío, calor, entretiempo y atemporal (es decir, esa ropa que podemos usar todo el año, como jeans, camisetas, bolsos y accesorios). Sácalos de donde están, limpia a fondo los cajones y los recovecos del clóset, aspira lo que guarde polvo, ventila lo que no ha visto la luz del sol en varios meses, etcétera. Después, clasifica la ropa en tres: lo que todavía se puede usar, lo que está en buenas condiciones pero necesita reparación, tintorería o algún retoque, y lo que sabes que ya no vas a ponerte pero que puede encontrar un segundo aire en manos de alguna amiga, en una casa de beneficencia o en una tienda de ropa de segunda mano.
2. Mete en tu clóset solamente lo que vas a usar, pero separa la ropa por estación. Usa cajas de plástico o bolsas portatrajes para proteger la ropa que no usarás en los próximos meses. Pon una bolsa de tela con bolitas aromatizantes, talco o sílica para evitar que la humedad o los malos olores penetren en los tejidos mientras la ropa permanece guardada varios meses.
3. Cuando tengas en tus manos la ropa que necesita reparación o tintorería, ten en mente el siguiente principio: lo que no has usado en dos o tres años, es susceptible de irse con la ropa para reciclar o donar. Es mejor tener un guardarropa reducido, pero de muy buena calidad y en uso constante, a tener muchas piezas de ropa que no te hace realmente feliz.
4. Recurrir a la cultura de la reparación en la era de lo desechable es casi un acto heroico, un gesto pequeño pero muy significativo. Haz que el zapatero cambie las suelas de tus tacones favoritos y que refuerce los herrajes de las bolsas; si tu cuerpo cambió, que el sastre o la costurera ajusten tu ropa para que te quede a la medida. No te deshagas de los suéteres o los sacos de la temporada anterior, quizás los puedes poner al día con solo cambiar los botones, añadir una flor de tela o un prendedor. Lo mismo ocurre con las joyas y los relojes, que se mantengan limpios y en funcionamiento.
En cuestión de estilo, recuerda que son los detalles los que hacen la diferencia. Antes que el cambio de estación te sorprenda, dedícale un poco de tiempo a tu guardarropa y no sólo te ahorrarás dinero, también algunos dolores de cabeza cada mañana cuando te estés preparando para salir.