Ya habíamos sufrido todo lo que se podía sufrir antes y después de una ruptura, ya habíamos visto salir el sol nuevamente, ya habíamos dejado de odiarlo, ya podíamos verlo con otros ojos libres de resentimiento y, de repente, un día vemos que se acerca con otra intención. Nuestro ex quiere volver justo cuándo estaba todo encaminado nuevamente.
¿Cuántas veces lo soñamos en aquellas noches de soledad…? Vendría y se arrodillaría ante nuestros pies con un ramo de flores y nos diría que no puede vivir sin nosotras. Pero nada de eso ocurrió mientras lo esperábamos. Y ahora que comenzamos a disfrutar otra vez de la vida, aparece. ¿Merece la pena jugarse otra vez o mejor no arriesgarse?
La respuesta a ese interrogante depende de muchas variables, pero indiscutiblemente la primera es preguntarle al corazón qué siente. ¿Seguimos realmente enamoradas? ¿O extrañamos la rutina y la seguridad de tener a alguien al lado a quien conocemos?
Luego vendrán todos los demás análisis como, por ejemplo, cuál fue el motivo de la ruptura: no es lo mismo un infiel, que una infidelidad ocasional o que una que haya durado más tiempo. Otro punto muy diferente es cuando la separación llega por problemas de convivencia o por necesitar un poco de aire (es decir, son cortes temporarios que se plantean de antemano). En ese caso, ¿hay posibilidad de cambio?
¿Quién dejó a quién y por qué? Y si lo dejamos nosotras, ¿por qué sería mejor volver, sólo por no encontrar nada más interesante?
Otra oportunidad
Para darse una nueva oportunidad lo primero a tener en cuenta es nuestro deseo y no escuchar las opiniones de los demás, que sólo van a confundirnos. Siempre va a haber gente a favor y gente en contra, pero ¿quién mejor que nosotras sabe lo que necesitamos? No es malo confiar en nuestro instinto. Es cierto que si nos equivocamos deberemos hacernos cargo y no hay posibilidad de patear el balón para afuera de la cancha. Pero el lado positivo es que no necesitamos dar explicaciones al resto de los opinantes profesionales.
En los únicos que debemos pensar seriamente es en los hijos, porque luego de nosotras son los que más sufren en estas historias. Los niños por lo general tienen la esperanza de ver a sus padres juntos nuevamente y pueden ilusionarse antes de lo conveniente. Por eso, lo mejor es mantenerlos ajenos a lo que sucede, por lo menos hasta que ambos adultos hayan tomado una decisión segura. Una sugerencia puede ser probar como novios durante un tiempo, viviendo cada uno en su casa y así ir viendo de cómo funciona la relación.
Según los profesionales, si la idea es volver a intentarlo, es necesario hacer ciertos pactos o negociar previamente, poniendo pautas (es decir, dejar las cosas claras), para que la pareja pueda reconstruirse. Por ejemplo, si uno de los dos se compromete a no volver a ser infiel, el otro debe estar seguro de que intentará perdonarlo; porque de lo contrario la pareja volverá a desgastarse rápidamente.
Como siempre digo, la comunicación es fundamental en estas ocasiones. Hablar, pero mucho y en serio. Sin ese ingrediente seguramente se volverán a cometer los mismos errores que en el pasado. Y nadie desea tener un nuevo fracaso.
En estos años conocí a muchas personas a las que les resultó volver a intentarlo, así como sé de muchas que han fracasado. Sin embargo, opino que de cualquier manera vale la pena. Si tropezamos otra vez con la misma piedra al menos contaremos con una nueva experiencia en nuestro haber que habrá servido para madurar un poquito más.
¿Cuántas veces lo soñamos en aquellas noches de soledad…? Vendría y se arrodillaría ante nuestros pies con un ramo de flores y nos diría que no puede vivir sin nosotras. Pero nada de eso ocurrió mientras lo esperábamos. Y ahora que comenzamos a disfrutar otra vez de la vida, aparece. ¿Merece la pena jugarse otra vez o mejor no arriesgarse?
La respuesta a ese interrogante depende de muchas variables, pero indiscutiblemente la primera es preguntarle al corazón qué siente. ¿Seguimos realmente enamoradas? ¿O extrañamos la rutina y la seguridad de tener a alguien al lado a quien conocemos?
Luego vendrán todos los demás análisis como, por ejemplo, cuál fue el motivo de la ruptura: no es lo mismo un infiel, que una infidelidad ocasional o que una que haya durado más tiempo. Otro punto muy diferente es cuando la separación llega por problemas de convivencia o por necesitar un poco de aire (es decir, son cortes temporarios que se plantean de antemano). En ese caso, ¿hay posibilidad de cambio?
¿Quién dejó a quién y por qué? Y si lo dejamos nosotras, ¿por qué sería mejor volver, sólo por no encontrar nada más interesante?
Otra oportunidad
Para darse una nueva oportunidad lo primero a tener en cuenta es nuestro deseo y no escuchar las opiniones de los demás, que sólo van a confundirnos. Siempre va a haber gente a favor y gente en contra, pero ¿quién mejor que nosotras sabe lo que necesitamos? No es malo confiar en nuestro instinto. Es cierto que si nos equivocamos deberemos hacernos cargo y no hay posibilidad de patear el balón para afuera de la cancha. Pero el lado positivo es que no necesitamos dar explicaciones al resto de los opinantes profesionales.
En los únicos que debemos pensar seriamente es en los hijos, porque luego de nosotras son los que más sufren en estas historias. Los niños por lo general tienen la esperanza de ver a sus padres juntos nuevamente y pueden ilusionarse antes de lo conveniente. Por eso, lo mejor es mantenerlos ajenos a lo que sucede, por lo menos hasta que ambos adultos hayan tomado una decisión segura. Una sugerencia puede ser probar como novios durante un tiempo, viviendo cada uno en su casa y así ir viendo de cómo funciona la relación.
Según los profesionales, si la idea es volver a intentarlo, es necesario hacer ciertos pactos o negociar previamente, poniendo pautas (es decir, dejar las cosas claras), para que la pareja pueda reconstruirse. Por ejemplo, si uno de los dos se compromete a no volver a ser infiel, el otro debe estar seguro de que intentará perdonarlo; porque de lo contrario la pareja volverá a desgastarse rápidamente.
Como siempre digo, la comunicación es fundamental en estas ocasiones. Hablar, pero mucho y en serio. Sin ese ingrediente seguramente se volverán a cometer los mismos errores que en el pasado. Y nadie desea tener un nuevo fracaso.
En estos años conocí a muchas personas a las que les resultó volver a intentarlo, así como sé de muchas que han fracasado. Sin embargo, opino que de cualquier manera vale la pena. Si tropezamos otra vez con la misma piedra al menos contaremos con una nueva experiencia en nuestro haber que habrá servido para madurar un poquito más.